martes, 5 de enero de 2016

Reyes Magos

Las cosas serias hay que tomarlas como lo que son. Las Cabalgatas de los Reyes Magos están dirigidas a los niños y a sus familias, y forman parte de una tradición que no debería ser objeto de "originalidades" producto del gestor político de turno. No es de recibo que se quiera aprovechar la asistencia multitudinaria para deslizar mensajes ajenos al sentido navideño de la festividad. Romper la ilusión de un niño por reconvertir una Cabalgata en un acto propagandístico que evoluciona de lo teatral a lo político debería ser delictivo. No lo es, evidentemente, pero mucho cuidado con los padres y abuelos de una criatura que empieza a preguntar cosas raras tras haber visto y oído no se qué cosas en la tele o en la radio, incluido que en el desfile no hay ocas, caballos o camellos porque supone maltrato animal.

En casa llevamos décadas celebrando muy especialmente los Reyes Magos. Cada 5 de enero pedimos el día libre para recibirles a su llegada a nuestra ciudad, hacemos cola de más de dos horas para saludarles personalmente en el salón principal del Ayuntamiento y elegimos un buen lugar para ver desfilar a Sus Majestades Melchor, Gaspar y Baltasar, y a todo su séquito. El 6 de enero es, con diferencia, una fecha mágica y no tenemos la menor intención de ceder en la ilusión que nos despierta y de ser partícipes de momentos vitales irrepetibles. Por cierto, la foto es del Rey Gaspar por las calles de Gijón en 1985.