En 1995, después de casi dos años en lista de espera, tuve el privilegio de visitar Altamira (Santillana
del Mar, Cantabria). Siempre me interesó el arte rupestre -Asturias lo tiene en cantidad y calidad- y la
puesta en marcha de un sistema que regulaba por entonces el paso
controlado a la mítica cueva, me permitió entrar en la “Capilla
Sixtina del Arte Cuaternario” para admirar sus pinturas. Momento inolvidable.
Desde 2014 el acceso a la cueva es mucho más
complicado: un sorteo semanal permite a cinco de los visitantes del Museo
construido en las cercanías del recinto, en el que se habilitó una magnífica
réplica, llegar hasta las pinturas y admirarse con los coloridos bisontes pintados en el techo de la gruta. Sin embargo el
gobierno autonómico que preside Miguel Angel Revilla (Partido
Regionalista de Cantabria) plantea ahora un nuevo método: la subasta de
entradas. No me gusta.
Entiendo que es legítima y muy
necesaria la captación de recursos económicos para sostener la
cultura y sus equipamientos, pero hay fórmulas más elegantes y eficaces que la puja por el acceso a un bien público como pueden ser, por
ejemplo, el patrocinio. Si alguien con muchos recursos
económicos es amante de la prehistoria, lo mejor para él y para todos es que canalice su
interés y ayuda a través del Patronato que vela por los destinos de
la cueva e impulsa las investigaciones. Además, se entendería que quien contribuye generosamente a sostener Altamira
pueda visitar sus pinturas en el estricto régimen que los
científicos han determinado para evitar daños como el antaño denominado “mal
verde” que obligó a su cierre a cal y canto, o a las drásticas restricciones y prohibiciones de visita.
Lo de ¿alguien da más? para entrar a la gran cueva prehistórica tiene tufo y, en todo caso, no cabe olvidar que la réplica facsimil de la zona de los bisontes (incluida la que desde hace cuarenta años existe en pleno centro de Madrid, Museo Arqueológico) satisface plenamente la curiosidad humana por el legado artístico de nuestros antepasados. La cueva y el Museo tienen un evidente aporte social, turístico y económico del que debe beneficiarse Cantabria y España, pero la subasta de entradas es un método impropio que provoca distingos para el disfrute exclusivo de la cultura en función de la capacidad adquisitiva.
Marcelino Saenz de Sautuola descubridor de Altamira, junto con su hija María, falleció siendo considerado un impostor por los científicos del mundo que años después de su muerte acabaron por pedirle un póstumo perdón. Alguien en el gobierno de Cantabria debería pedir perdón por la ocurrencia de la bochornosa subasta prehistórica.
Lo de ¿alguien da más? para entrar a la gran cueva prehistórica tiene tufo y, en todo caso, no cabe olvidar que la réplica facsimil de la zona de los bisontes (incluida la que desde hace cuarenta años existe en pleno centro de Madrid, Museo Arqueológico) satisface plenamente la curiosidad humana por el legado artístico de nuestros antepasados. La cueva y el Museo tienen un evidente aporte social, turístico y económico del que debe beneficiarse Cantabria y España, pero la subasta de entradas es un método impropio que provoca distingos para el disfrute exclusivo de la cultura en función de la capacidad adquisitiva.
Marcelino Saenz de Sautuola descubridor de Altamira, junto con su hija María, falleció siendo considerado un impostor por los científicos del mundo que años después de su muerte acabaron por pedirle un póstumo perdón. Alguien en el gobierno de Cantabria debería pedir perdón por la ocurrencia de la bochornosa subasta prehistórica.