Cuanto más releo las noticias del ‘bolo’ negociador montado en el Congreso de los Diputados por Pedro Sánchez, con Rivera e Iglesias de claque distinguida, más me viene a la memoria la tan repetida cita clásica de Roncesvalles: «entre tanta polvareda / perdimos a don Beltrán». Con la perspectiva que me brinda mi paso por el Ayuntamiento de Gijón, la Junta General del Principado y el Senado, puedo asegurar que nada de lo que estoy viviendo ahora como diputado tiene precedentes, y por eso no salgo de mi sorpresa. En estos años de vida pública aprendí de mis mayores que el fin de la política era resolver los problemas de las personas y de la gente, y construir una sociedad mejor. El diálogo político es solo un medio, pero nunca el fin de la política. Hoy, sin embargo, algunos se están empeñando en que perdamos de vista el fin para desviar la atención sobre el medio: el espectáculo del diálogo. De este espectáculo ha nacido una nueva palabra de uso frecuente en las crónicas periodísticas para describir la labor de un político: el ‘postureo’. ¡Y qué atención mediática está mereciendo para los escuálidos resultados!
Sin embargo, por muchos ríos de tinta, horas de radio y programas de televisión que se dediquen a los ‘bolos’ de Pedro Sánchez, con Rivera e Iglesias de claque, los problemas de los españoles siguen cada día más olvidados. En concreto, a los asturianos el INE nos volvió a recordar recientemente que la política socialista situó al Principado como la comunidad autónoma cuyo Producto Interior Bruto (PIB) se redujo más en España durante los años de la crisis, entre 2008 y 2015. Y, sin embargo, ninguno de los 200 puntos del Acuerdo del PSOE y C’s, ni las nuevas aportaciones de Podemos, se ocupa de las reformas de la política española que necesitamos los asturianos para aspirar a un futuro de progreso.
No me cansaré de repetir desde estas páginas de EL COMERCIO y desde la tribuna del Congreso de los Diputados que, por muchas escenas de diálogo con las que nos intenten distraer, la realidad es que a Sánchez, a Iglesias y a Rivera les importa un bledo la financiación de las comunidades autónomas para favorecer la igualdad y solidaridad entre ellas, o el reparto de las inversiones del Estado para que nadie sea menos que los demás; les trae sin cuidado cómo se vertebra España a través de las infraestructuras para evitar las dos velocidades; olvidan los sectores industriales, energéticos o mineros como palancas de crecimiento y de empleo; ignoran la España agroganadera, que es un pilar de nuestra estructura social, y también la marítima con la pesca como fuente de alimentación y riqueza.
Los que ganamos en las urnas el 20 de diciembre tampoco podemos aceptar que se olvide el resultado de las elecciones. Ya sé que en un sistema parlamentario se pueden constituir diferentes mayorías. Pero no tiene mejor derecho democrático para reclamar el Gobierno ante los españoles quien obtuvo 90 escaños, o 42 o 40, que quien ganó con 123 diputados. Y desde Foro podemos proclamar, sin que nos afeen contradicción alguna, que esta reflexión vale hoy para formar el Gobierno de España, como servía en 2011 para formar el Gobierno del Principado o en 2015 para formar el Gobierno de Andalucía. El ‘no’ contra las personas como argumento político es un recurso muy viejo en la política española y de muy malos recuerdos como solución a los problemas de los ciudadanos.
Pero si Sánchez, Rivera e Iglesias insisten y utilizan exclusivamente las denuncias de la corrupción como doctrina para justificar la formación de un gobierno anti-PP o para sostener una plataforma del ‘no’ contra alguien, que no nos tomen el pelo a los ciudadanos.
Aunque en la mayoría de los periódicos nacionales solo mereció una simple columnita en página par, el pasado 4 de abril comenzó en Oviedo el juicio del ‘caso Renedo’ sobre el saqueo, valorado en diez millones de euros, del dinero de los colegios de los niños asturianos, que es uno de los casos que salpican en el Principado a consejeros, alcaldes, gestores culturales, autoridades portuarias y sindicalistas, todos ellos de acreditada militancia socialista. Me gustaría saber si Sánchez, Rivera e Iglesias, en su apoteósica reunión, actualizaron el catálogo nacional sobre la materia que encabeza el PSOE de Andalucía (donde gobierna apoyado por C’s), seguido del PSOE de Galicia, y lo completaron con la lista de casos de corrupción del PSOE de Asturias, o siguieron aplicando la ‘ley del embudo’ para ocultar a los españoles lo que sucede en nuestro solar.
Desde el estrépito del petardazo político, sin precedentes en España, de la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez celebrada hace un mes, me resulta más difícil de entender, cada día que pasa, la expectación mediática que despierta esta campaña de falsos diálogos, basados en contratos de adhesión a unas propuestas, entre el PSOE, C’s y Podemos, diseñada por sus gabinetes de ‘agitprop’ para recaudar votos ante las elecciones del mes de junio, y no realmente para formar el gobierno estable que hace falta. Y mucho menos para redactar y ejecutar el programa que solucione los problemas de los españoles, que es lo verdaderamente importante.
Lo que entiendo muy bien y tengo cada día más claro es que tenemos en nuestro idioma castellano un verbo muy preciso y castizo para definir con una sola palabra este comportamiento de los líderes de los tres partidos perdedores de las elecciones: zascandilear.
(Publicado en El Comercio el 19.04.2016