viernes, 22 de abril de 2016

"El Pedro del hortelano", por Cristina Coto (presidenta de FORO)

Artículo de Cristina Coto (presidenta de FORO).

El encabezamiento de este artículo podría servir como título de una nueva comedia con trasfondo político, escrita cuatrocientos años después de la archifamosa de Lope de Vega. Y el singular protagonista de nuestros días, que ni come ni deja comer, no sería otro que Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, cuyo paso por la pequeña historia merece un lugar destacado en el teatro de la política celtibérica. Voy a repasar el guion.

Como consecuencia de su debacle en las elecciones generales del 20-D, nuestro personaje era la encarnación viva de un fracaso estratosférico, con los 90 escaños que representan el peor resultado de la historia del PSOE desde 1977. Antes de dejarse cortar la cabeza por sus compañeros o de resignarse al destierro de la calle Ferraz con los suyos, que es lo que haría cualquier dirigente demócrata tras un fiasco tan descomunal, se aferró como salvavidas al mantra del ‘que no gobierne el ganador’ y comenzó una insensata huida hacia adelante. El objetivo no fue otro que sobrevivir por defunción del adversario, y la táctica se basó en maquinar operaciones de gran campeón del diálogo, no importaba con quién y mucho menos importó sobre qué. Amparado en los medios de comunicación afines y utilizando los trucos clásicos del marketing de las imágenes, comenzó sucesivas maniobras para convertirse en presidente, sin importarle ofrecer el perfil de la antítesis del gobernante que necesita España en estas circunstancias: un líder que garantice estabilidad parlamentaria y un presidente con un programa de gobierno bajo el brazo para superar la crisis de crecimiento y del empleo que padecemos.

Pedro Sánchez obtuvo el primer fruto de sus maniobras el día 2 de febrero, cuando recibió el encargo del Rey para someterse a la investidura del Congreso, sin contar con los votos necesarios para superarla con garantías en la primera o en la segunda votación. Pero ya había superado varias semanas en sus objetivos de anular al ganador de las elecciones y de supervivencia, sin que nadie le hiciera sombra, hasta el punto de permitirse aquella ‘boutade’ de «España respiró aliviada con mi designación». El ‘alivio’ de los españoles duró hasta el 4 de marzo y no hubo sorpresas: Pedro Sánchez, con el apoyo siempre inquebrantable de Rivera, resultó rechazado como presidente del Gobierno por una apabullante mayoría de 219 votos. Nunca había sucedido nada semejante en las once ocasiones anteriores en las que Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se presentaron como candidatos.

Todo hacía pensar que allí se terminaba la comedia de la ambición de Pedro Sánchez para ser presidente, y se abriría camino la posibilidad de que gobernara una coalición a la europea encabezada por el partido ganador, pero nuestro personaje y sus acólitos, inasequibles al desaliento, orquestaron otra maniobra construida sobre un insostenible triple diálogo de papel, inviable en su propia concepción, pero suficiente para servir de fuente nueva de protagonismo, cerrar el paso al partido ganador, y sobrevivir personalmente unas semanas más, mientras el congreso de su partido se aplazaba ‘sine die’.

Sobrevivir, siempre sobrevivir, por encima de todo sobrevivir, aunque se hunda la economía y el empleo de miles de españoles cuyo futuro depende del impulso político que suministre un gobierno a la europea viable, respetuoso con las urnas, con un programa reactivador, que es mucho más importante para Asturias y para España que los nombres de los ministros que lo apliquen. La nueva maniobra, con ribetes de opereta bufa, tuvo como escenario multitudinario el Congreso de los Diputados el pasado 7 de abril. Otro mes ganado por Pedro Sánchez en su objetivo de que no gobernara el partido ganador de las elecciones, pero otro mes más descontado de su ambición imposible por llegar a presidente.

Es el resumen de una comedia en tres actos cuyo desenlace era predecible tras los resultados del 20 de diciembre. Primer acto, Pedro Sánchez exhibe eufórico el encargo regio de someterse a la investidura como candidato a presidente del Gobierno. Segundo acto, el Congreso de los Diputados en pleno rechaza con sus votos a Sánchez, que no puede gobernar con su aliado Albert Rivera porque el pacto no suma diputados. Tercer acto, Pablo Iglesias le espeta por enésima vez a Pedro Sánchez que no le dará el apoyo si no le entrega como rehén al PSOE, rendido a su funesto programa. Entre fotos en la Feria de Sevilla y en el partido de rugby de Valladolid, el Pedro del hortelano está consiguiendo que los ciudadanos en la calle percibamos cómo se va deteriorando lentamente la incipiente recuperación que disfrutaba España. La escena final es el Pedro del hortelano, que sabe que no gobernará España con sus 90 escaños ni dejará gobernar a otro, en el ocaso de su gira triunfal gritando a quien quiera oírle, como un Borgia resucitado, «O César, o nada».

Todo esto está sucediendo ante nuestros ojos. Nada desearía más que los españoles, mitad perplejos leyendo los medios de comunicación, mitad decepcionados observando los comportamientos de los partidos hegemónicos, hubiéramos aprendido la lección.


(Publicado en El Comercio el 22.04.2016)