lunes, 7 de marzo de 2016

De farsa en farsa hasta el abrazo final


De farsa en farsa  hasta el abrazo final


Artículo de Enrique Alvarez Sostres
Ex Diputado Nacional de FORO

Comentaba en un artículo en enero pasado unas reflexiones personales sobre las intenciones de Pedro Sánchez, secretario general socialista tras las elecciones del 20-D. Estimaba que «…toda la escenografía teatral (declaraciones, ruedas de prensa, apoyos políticos antinatura, enfados, recursos) tenían un único fin: desalojar al Gobierno de Rajoy y presentar su compañía casi crónica con jueces y tribunales, con el fin de sustituirlo por un frente del soberanismo y de la izquierda radical, con el liderazgo de la imagen de Pedro Sánchez, fortalecido dentro de su propio Partido Socialista». Decía que «…no se puede llamar nadie a engaño. El socialista Sánchez, en segunda vuelta de investidura, creo que venderá a quien sea las mismísimas esencias constitucionales del Reino con tal de ser presidente del Gobierno y… por un día. El caso es ser expresidente de Gobierno, perfil que le permitirá una imagen nacional y la fecunda pertenencia al Consejo de Estado vitaliciamente, entre otras minucias.

Y ello por una razón muy sencilla: o él, o el resto de ciudadanos. Le va la existencia política en su partido para, en su caso, poder optar a nuevas elecciones generales y la renovación de su cargo de secretario general del PSOE. Parafraseando a Bonaparte, «solo hay dos cosas que mueven a los hombres en política (y quizás en la vida como reza el ideal fisiocrata): el miedo y el interés personal».

Estamos asistiendo a la sesión de investidura y éste creo que será el núcleo de esta farsa política. Pedro prostituirá, adulterará, mentirá, disfrazará, cambiará y engañará hasta la propia esencia del valor de la investidura, que pasará de ser un mecanismo constitucional de presentación de un candidato y un programa de Gobierno a lo que para él solo será un instrumento de su objetivo político personal: ser presidente de España (aunque sea por una día) y secretario general del PSOE. Ya tendrá texto para su tarjeta de visita y su vida civil futura.

El cambio progresista y reformista tan manido por el deportivo candidato y que propone en su escenificación a los ingenuos ciudadanos, pretende exclusivamente obtener su fortificación dentro del propio Partido Socialista, por lo que le importarán una higa los problemas que se derivarían de la derogación de la legislación aprobada por las Cortes anteriores: la reforma laboral, la LOMCE educativa o la ley de seguridad, así como el problema del soberanismo de Cataluña y su implicación con las fuerzas soberanistas de orden territorial que cobija Podemos.

Me reafirmo en la foto que para mí traslada este personaje: es el conde don Julián moderno del Reino constitucionalista; sí, don Julián, el que entregó la dividida España visigoda al berebere Tarik, que, marcando el camino del mundo del que formó parte muy activa en anterior legislatura, pretende mudar insensatamente a Gran Visir o Gobernador del nuevo Reino revolucionario antisistema, que inaugura una nueva época, inicialmente cogido de la mano del señor Rivera. Así, han sido capaces de sacar a la luz las ya famosas 201 medidas con grandielocuencia social demócrata. «Medidas gaseosas y profilácticas que todo lo limpian y una propia de Senado romano». Rajoy y el PP debe ser destruido.

La proyección futura en el corto plazo es de farsa en farsa hasta el abrazo final entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, con tiempo limitado y de caducidad. Aquel en que se evaporen los restos del periodo Rajoy. Cualquier otro resultado estratégico significará la autodisolución del político Sánchez.

En este desenlace se me ocurren varias observaciones en el orden político. Por supuesto, nuestro pacto de coalición para la investidura de Rajoy y sus consecuencias en Asturias decae y no tiene efecto por sí mismo. Este es un ejemplo diáfano de lo que cuestan las grandes metas, como ya escribí hace ya tiempo. Por eso decía «que nuestro partido tiene que resetearse para la nueva trayectoria y los nuevos escenarios». Nuestro entramado ideológico autonomista debe fortalecerse, porque cada vez será más necesaria nuestra presencia política en las instituciones. Eso exigirá claridad política mental y decisión en ciertos diseños del partido en todos sus niveles. Las nuevas estrategias exigen nuevas tácticas y un lifting estético con objetivos sociales. Todo evoluciona con creatividad e imaginación. En el fútbol nadie juega ya con dos defensas; en la ciencia náutica (de producción y navegación) dominan más cosas que el astrolabio y la brújula clásica, y, por supuesto, en la política los grupos tienen que centrarse en el propio autoanálisis colectivo. No basta con el devengo de trienios y el activismo formal, aunque sean positivos, pero no llega al dinamismo del tiempo en el que estamos, que amenaza con dejar atrás a los que se rezagan en su adaptación.

Los próximos meses nos darán nuevas fotos de personajes y escenografías, pero en toda ellas prevalecerá la idea de Alexander Pope: «No hay cristales de más aumento que los propios ojos del hombre cuando mira su propia persona e interés».

(Publicado en El Comercio el 7.03.2016)