Por Cristina Coto (Presidenta de FORO)*
Las hemerotecas no desmentirán este relato apresurado de los últimos cuarenta y cinco días. La noche del 20 de diciembre Pedro Sánchez era la encarnación viva del fracaso más estrepitoso en las elecciones generales con sus 90 escaños y 5.500.000 votos -el 22 %-, el peor resultado de la historia del PSOE desde 1977. Como era lógico, en los días siguientes los principales dirigentes socialistas comenzaron a planear el relevo del candidato responsable de la debacle, y la discusión acerca de la fecha de la celebración del Congreso del PSOE se convirtió en un asunto prioritario en la agenda política de este partido.
A la vez, y eludiendo piadosamente toda crítica a la deslegitimación de su derrotado contrincante, el PP y sus aliados mediáticos decidieron dirigirse al PSOE para suplicarle que aceptara una gran coalición entre ambos partidos liderada por Mariano Rajoy, en nombre del “sagrado” principio en virtud del cual debería de gobernar la lista más votada. Un principio tan “sagrado” que ni Rajoy ni los suyos lo resperon en Asturias en 2011 cuando ganó FORO o en Andalucía en 2015 cuando ganó el PSOE. Con este planteamiento solo consiguieron propiciar involuntariamente la inesperada resurrección de Pedro Sánchez quien, al grito de guerra del “¡no es no!”, recuperó fuerzas para iniciar la huida hacia adelante proponiéndose a sí mismo como presidente. Con ello conseguió dos efectos: recuperar el protagonismo dañado por la derrota y fabricar el escudo de una opción de gobierno capaz de frenar un tiempo las operaciones internas para cortarle el cuello. A sus “barones” los toreó habilmente vaciando su capacidad de decisión en los organos de dirección del PSOE, con la propuesta de adoptar el modelo asambleario de Podemos o de la CUP catalana, un arma de un solo disparo pero momentaneamente eficaz. Para consolidar su huida hacia adelante, Pedro Sánchez necesitaba ofrecerse al Rey para recibir el encargo de la investidura, lo que recibió el pasado 2 de febrero, ausente de votos para someterse a ella con garantías.
Ahora, mientras Pedro Sánchez intenta sumar esos votos los españoles podemos ir echando las cuentas de lo que puede suponer para nuestro pais la aventura de un gobierno del PSOE, tal vez de Podemos y quizá de Ciudadanos, un partido que se siente muy cómodo en la izquierda, por más que su verdadera táctica sea arrimarse a quien gobierne. Lo indudable, porque el propio Sánchez se desgañita repitiéndolo, es que va a derogar todas las reformas de los cuatro años del PP; no es que las vaya a mejorar o perfecccionar; se propone anularlas, incluida la reforma constitucional que promovió el PSOE en 2011 a pachas con el PP. O sea, que voveremos a los tiempos anteriores de Zapatero.
En FORO no queremos volver a aquellos tiempos anteriores a 2011 ni en el conjunto de España ni en la parte que corresponde a Asturias. No queremos volver al agujero económico creado por los gobiernos de Zapatero, a la caida del crecimiento, a la deuda disparada, a la destrucción de empleo y al incremento desbocado del paro, o a la incertidumbre del rescate europeo. No queremos regresar a los frentismos, generalizar el revanchismo y la desmemoria histórica o recortar libertades públicas en aras del control venezolano de los medios de comunicación.
En FORO no queremos repetir las cesiones a los nacionalistas que dieron alas al independentismo en Cataluña en tiempos de Zapatero y que ahora amanaza en Euskadi con los propósitos de alianzas de Pedro Sánchez, ni mucho menos rebasarlas con unas reformas constitucionales que contenten a los independentistas para poner en riesgo la unidad de España con el reconocimiento de un imaginario derecho a decidir, o fragmentándola en un estado plurinacional. Tampoco nos gusta que España quiera, y hasta pueda de la mano de un nuevo gobierno salir de la eurozona, o a un presidente que pretenda practicar la equidistancia con los terrorismos de cualquier vitola, sea etarra o islámico.
Y no “picamos” en la ley del embudo -para mí lo ancho, para tí lo estrecho- que le gusta dictar a Pedro Sánchez, apoyado en operaciones de imagen sobre declaraciones grandilocuentes acerca de acabar con los vetos entre partidos para propiciar el diálogo con todos, en un brusco cambio de voluntad sobrevenido en el minuto siguiente a sentirse candidato a la investidura, en flagrante contradicción con la anterior voluntad acreditada de negación al diálogo con el Partido Popular mientras el candidato ‘in pectore’ era Mariano Rajoy. No olvidemos el mediocre cinismo de Pedro Sanchez, que tras espetar 17 noes al dialogo con el PP, lo ofrece ahora a diestro y siniestro para que le apoyen a él. El pasado miércoles, al dia siguiente de recibir el encargo regio, el candidato socialista fanfarroneaba ensoñaco: “ayer España respiró aliviada”, en un claro sístoma de inconsciencia o enajenacion. En cualquiera de las dos hipótesis, estamos ante un devastador autoretrato de quien aspira a presidir España.
A Asturias, la Comunidad Autónoma que de la mano del socialismo está situada a la cabeza de España en corrupción -El Musel, Riopedre, Villa, Niemeyer, Cudillero, Llanes, Pravia o Somiedo- y a la cola de España en crecimiento y empleo en un proceso imparable de divergencia con el resto del pais, no nos conviene que Pedro Sánchez regrese al zapaterismo. A los asturianos nos conviene el programa que FORO, en Coalición con el PP, presentó en la pasada campaña electoral con compromisos detallados para resolver las causas de nuestro declive. Son compromisos irrenunciables que un eventual gobierno de Pedro Sánchez podría frustrar.
Pedro Sánchez, en su personal huida adelante, sí ha conseguido ganar tiempo para salvar su cabeza y que su partido no le cese, pero para los españoles y los asturianos es una peligrosa amenaza política que nos está haciendo peder tiempo y metiéndonos en un gran problema si logra confirmar la vuelta al pasado que propone. No sé si, finalmente, se lo van a facilitar Ciudadanos y Podemos o si se lo va a permitir su partido. Pero en España y, especialmente, en Asturias tenemos motivos para estar seriamente preocupados.
(*) Artículo publicado hoy en El Comercio