Artículo de Enrique Alvarez Sostres
Exdiputado nacional de FORO
El 5 de noviembre de 2015, la directiva regional de Foro acordó por unanimidad formar una coalición con el PP para presentarse a las elecciones generales del pasado 20 de diciembre. Nuestro objetivo era Asturias y su resurgimiento en una España unida y solidaria. Ataba a ese objetivo –concretado en un texto específico– al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a través de nuestra votación de apoyo en la propia sesión de investidura y en la acción de gobierno posterior. Decía en un artículo titulado ‘La razón de las cosas’ «que si yo, en mi condición de diputado nacional de Foro, apoyé sin condiciones al señor Rajoy en la pasada legislatura, con la intención de que se favoreciese a Asturias, cómo no voy a apoyar ahora una investidura, precedida por un pacto de Gobierno suscrito por escrito con el mismo presidente». Y concluía con que «las grandes metas nunca se consiguen linealmente, pues París bien vale una misa y, en ocasiones, lamentablemente, algún funeral».
Voy a trasladarles mi relato de lo que está sucediendo y lo que pienso que va a suceder en esta XI Legislatura. Hace un mes que se celebraron las elecciones y los ciudadanos asistimos a la introducción de una gran novela con escenografía teatral. En esta parte hemos conocido la constitución de las Cortes, con escenas costumbristas y perfiles de los principales personajes de esta obra; la constitución de las mesas de Congreso y Senado, y la formación de los grupos parlamentarios en la Cámara Baja. Toda la escenografía (declaraciones, apoyos políticos antinatura, enfados, recursos...) tiene un único fin: desalojar al Gobierno de Rajoy y presentar su soledad con el fin de sustituirlo por un frente del soberanismo y la izquierda radical con el liderazgo de Pedro Sánchez.
Hace unos días, asistimos en Cataluña a una escenografía similar con otros personajes y con un desenlace ya previsto. Lo de las nuevas elecciones solo se da en contadas ocasiones por ‘el virgencita, déjame como estaba en mi sillón’. No se puede llamar nadie a engaño. El socialista Sánchez, en segunda investidura, creo que venderá las mismísimas esencias del Reino con tal de ser presidente del Gobierno. Y ello por una razón muy sencilla: o él o el resto de ciudadanos. Le va en ello su existencia política y civil y con unas nuevas elecciones está ‘muerto’. Parafraseando a Winston Churchil, es esta una época donde proliferan los políticos que no quieren ser útiles, sino importantes. Este creo que será el núcleo de esta novela tras una fallida primera sesión de investidura con Rajoy.
El desenlace se producirá en un año más o menos, hasta que se vean los efectos de los próximos presupuestos y sus consecuencias de todo orden en España y su entorno europeo. En este desenlace se me ocurren varias incidencias de orden interno en algún partido político. Por supuesto, nuestro pacto de coalición para la investidura de Rajoy y sus consecuencias en Asturias decae y no tiene efecto por sí mismo, salvo para saber lo que hace o lo que no hace por Asturias un gobierno de este perfil. Este es un ejemplo diáfano de lo que cuestan las grandes metas, y nuestro partido tiene que ‘resetearse’ para la nueva trayectoria.
El cambio progresista que propone en su escenificación tiene por objeto su fortificación dentro del propio Partido Socialista, puesto que le importan un pepino los problemas que se derivarían de la derogación de la legislación aprobada por las Cortes anteriores, referidas a la reforma laboral, la LOMCE, la Ley de Seguridad, el problema del soberanismo de Cataluña, las fuerzas soberanistas de orden territorial que cobija Podemos, etcétera. Es el conde don Julián del reino constitucionalista que, marcando el camino del mundo del que formó parte, pretende mudar insensatamente a Gran Visir del nuevo reino revolucionario antisistema, que inicia una nueva época.
Todas las llamadas al consenso para una gran coalición PP-PSOE-Ciudadanos es una quimera, por mucho que se escenifique por todos que nadie tiene la culpa. Pedro Sánchez jamás pactará contra sus intereses políticos personales. Alguien podrá pensar en la debilidad interna de Sánchez, pero en mi opinión esa es su gran fuerza motriz. Solo adquirirá fortaleza desde la Presidencia de un Gobierno ficticio, de vertiente y orientación multilateral que difícilmente gobernará, pero ese daño a él no le importa. Habrá cubierto sus objetivos y luego veremos los de los ciudadanos y los de la familia política a la que pertenece.
Ojalá todo sea obra de mi fantasía política.
(Publicado en El Comercio el 22.01.2016)