viernes, 19 de febrero de 2016

Tocata y fuga de Javier Fernández (artículo de Cristina Coto)

Tocata y fuga de Javier Fernández

El presidente del Principado, Javier Fernández, de profesión ingeniero de minas y de vocación anacoreta, sufre cada dos semanas la dura penitencia de abandonar su sufrido descanso para salir de su guarida de la calle Suárez de la Riva y cruzar el túnel que comunica Presidencia y la Junta General para someterse a los desagradables debates parlamentarios, a la única sesión de control en la que la oposición puede obligarle a abandonar su afición a cabildear y traerle al incómodo terreno de la política e invitarle a hablar sobre Asturias, nuestro querido país al que él mismo un día no muy lejano prometió convertir en la Alemania de España.

Los asesores del presidente procuran protegerle cuanto pueden preparándole unos completos dosieres, no de los logros del Gobierno del Principado, que son más difíciles de localizar que las revolucionarias ondas gravitacionales que vaticinó hace cien años Einstein, sino de las declaraciones y propuestas hechas por los portavoces interpelantes, para que la sesión se convierta en un ejercicio de control del Gobierno a la oposición y no al revés, que es la finalidad de las sesiones de control. La verdad es que tenemos que agradecer al equipo de sabios asesores presidenciales que nos refresquen la memoria con las antologías que elaboran para Javier Fernández, siempre sobre los demás, nunca sobre sí mismo. La última de estas interesantes antologías estuvo dedicada al entonces senador, Isidro Martínez Oblanca, y al actual ministro de Economía, Luis de Guindos.

Lógicamente, las antologías del equipo presidencial de asesores no están preparadas para atenerse a la cuestión planteada sino para descentrar el debate y huir por el atajo de la descalificación. Sus asesores están forjando la personalidad de Javier Fernández como un aventajado insultador, por muchas metáforas que fabriquen para disfrazar sus improperios. Es tan variada la imaginación del equipo presidencial que no hay temas ni géneros literarios que se escapen a sus mofas. La última se apoyó en la Apocalipsis bíblica, para que no se diga que Javier Fernández es un socialista agnóstico. A mí me dedicaron injuriosamente, por boca de Javier Fernández, la condición de miembro («miembra», según Bibiana Aído) de una secta que, paradójicamente, al mismo tiempo les parecía un cadáver, en cita pedante de un poeta peruano. Pero aquí se les fue la mano a los asesores del insultador y cometieron un imperdonable error: olvidaron la conseja cervantina de no mentar nunca la soga en casa del ahorcado.

Resulta que yo le preguntaba por la decadencia de Asturias y las medidas para su recuperación. Para mí Asturias es infinitamente más importante que el PSOE y que Foro. Asturias debería de importarnos a todos mucho más que el futuro personal de Javier Fernández o el mío propio, porque en política lo verdaderamente importante es el interés general del país, no la salud de los partidos políticos o de sus dirigentes, como piensan los ínclitos asesores que le preparan a Fernández sus filípicas. No engañan a casi nadie; en la memoria de los asturianos están muy vivos los datos catastróficos de nuestra situación socioeconómica y en mi intervención exhibí la portada de EL COMERCIO del pasado 29 de enero con los grandes titulares anunciando que «Asturias mantiene la tasa de actividad más baja de España. El descenso del paro en 2015, según EPA, fue el menor de todo el país». Llevamos más de una década por esta senda del despoblamiento, del declive económico y de la divergencia en la creación de empleo respecto del resto de España, como acredita tozudamente el INE, trimestre tras trimestre.

Mal que les pese a los anónimos negros que lo jalean, la llegada de Javier Fernández a la presidencia del Principado en 2012 aceleró aún más esta decadencia, reconocida unánimemente, incluso por sus más fervientes corifeos. Con estos indicadores de la degradación de Asturias convertidos en síntomas inequívocos de un proceso crónico, y con las serias amenazas que pesan sobre nuestros sectores industriales básicos de la metalurgia, la construcción naval, el cemento o la minería, es intolerable refugiarse en un despacho de anacoreta huyendo del mundanal ruido de la crisis como hace Javier Fernández. Pero aún más intolerable que volver la cara a los problemas es huir del Parlamento y pervertirlo con el espantapájaros del descrédito político y mediático, para ocultar que el Gobierno del Principado, con su presidente a la cabeza, no levanta un dedo para defender a Asturias; ni siquiera mueve un labio para denunciar los atropellos a los asturianos.

Las incursiones de Javier Fernández en el terreno de la escatología no ofenden a quienes cumplimos con la obligación de emplazarle parlamentariamente a trabajar y a hacer sus deberes. Como reza la cita famosa, «manos blancas no ofenden», y palabras necias mucho menos, añado yo. Lo trascendente para los asturianos es que un gobierno incompetente, dirigido por un presidente indolente que sustituye el trabajo por discursos ofensivos e insultantes, está llevando a Asturias a la defunción socioeconómica. La tocata y fuga de Javier Fernández que sus asesores componen cada dos semanas para que se luzca como supuesto orador erudito y se defienda de las críticas de la oposición con la descalificación no es el camino del cambio para sacar a Asturias de la decadencia. Realmente, es la oración fúnebre de unos enterradores o el réquiem para una defunción. Por encima de su zafiedad, y hasta machismo, las intervenciones parlamentarias de Javier Fernández son certificados de la calamidad que está llevando a pique a Asturias. Renuncio a ponerle un calificativo al papel fúnebre del irresponsable.
(Publicado en El Comercio)