He tenido la gran suerte de
trabajar cerca de Esperanza Aguirre. Ella fue presidenta del Senado al tiempo
de que yo era portavoz adjunto del Grupo Popular. Siempre recordaré el momento intenso de todo el Senado, todo, puesto en pié, al despedirla con un aplauso
enorme y sincero cuando renunció a la presidencia de la Cámara Alta para disputar la
presidencia de la Comunidad Autónoma
de Madrid.
Esperanza es una política
indispensable. Es de esas personas que afronta los retos mirándolos de frente y
no se esconde jamás cuando las cosas vienen mal dadas. Su dimisión como
presidenta del PP de Madrid corrobora que estamos ante alguien que no escurre
el bulto cuando se desvelan las andanzas de algunos de sus colaboradores en la
trastienda de la organización regional. No se alberga la más mínima duda sobre el
comportamiento de Aguirre, pero sí que existen sobre aquellos en los que
depositó responsabilidad para llevar la organización madrileña y que se aprovecharon de ello. Bien por
Esperanza.