domingo, 31 de enero de 2016

El puente de los espías

He visto esta noche El Puente de los Espías, gran película por lo que supone de recreación de una época crítica -la Guerra Fría- que, medio siglo después, ha ido diluyéndose en la memoria. De ahí el acierto del director Steven Spielberg que, una vez más, consigue reflejar la atmósfera de la época e introducir al espectador en una etapa en la que el mundo estuvo a punto de saltar por los aires. El protagonista principal de la película es Tom Hanks que interpreta el papel de un abogado que defiende ante los tribunales norteamericanos a un espía soviético capturado por la CIA al que libra de la silla eléctrica y, posteriormente, consigue intercambiar retornándolo a su país de origen. La historia es real.

Por supuesto que la película no llega, a mi juicio, a la categoría insuperable de La lista de Schlinder pero tiene momentos que dibujan nítidamemente la tensión y el horror sobre el ser humano a cambio de su libertad. Es un tipo de filmes que me gustan porque aprecio el esfuerzo para captar los pequeños detalles y, sobre todo, por rememorar con fidelidad unos episodios históricos que deberían ser objeto de estudio en los institutos y en las universidades.

La escena sobre el puente Glienicke me pareció extraordinaria. Refleja el primer intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y la Unión Soviética que tuvo lugar el 10 de febrero de 1962. En mitad del puente que dividía Alemania Oriental y el Berlín Occidental los americanos liberaron al espía soviético coronel Rudolf Abel a cambio del piloto americano Francis Gary Powers, capturado por la Unión Soviética tras derribar su avión.